Para qué nos vamos a engañar: desde el punto de vista de la calidad, la moto no tiene una presencia cinematográfica precisamente para echar cohetes. Los moteros solemos ser malos, idiotas, cuarentones o descerebrados tardoadolescentes. Pero La gran evasión, no. Es otra cosa. Admito pura pasión por el estilo de McQueen a los mandos de la Triumph. No importa si usó doble o no, los planos en los que claramente es él muestran una soltura envidiable, una presencia que muy pocos han conseguido. Por cierto, sería injusto no mencionar las BMW R 23 con sidecar de los nazis.
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CINEMOTÓGRAFO 125. La hora incógnita
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